“La prensa no tiene mucho éxito en decir a la gente qué tiene que pensar pero sí lo tiene en decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar”. Con esta frase de Cohen se podría iniciar lo que es la agenda-setting function, una de las teorías actuales más representativas de los medios de comunicación. En ella se estudia cómo los medios ejercen influencia en las audiencias mediante los temas considerados de mayor relevancia. El medio no decide por el público qué es lo que tiene que pensar u opinar sobre un hecho aunque sí decida cuáles son las cuestiones que van a estar en el candelero o en la opinión pública. A este conjunto de contenidos se le denominará: la agenda. Desde el punto de vista de la Teoría de la agenda-setting, el término agenda se acuña en un sentido metafórico para expresar cómo las agendas o temas considerados relevantes por los medios pasan a ser subrayados también en las agendas de la audiencia. Las personas no sólo reciben información a través de los medios sobre determinados temas o asuntos que ocurren en el mundo y son considerados prioritarios, sino que también aprenden de ellos la importancia y el énfasis que les deben dar. Podríamos, también, en este sentido hablar de “tematización de la realidad” o “fenómeno de tematización”.
Son aquellas palabras o expresiones referidas a una persona determinada brindando algún tipo de información sobre ella: El Rector de la Universidad, La campeona de natación, El dueño de casa. En algunas ocasiones, el apelativo pone de manifiesto un juicio que el enunciador realiza respecto del sujeto del enunciado: el destructor, la más hermosa, etc.; en otras, expresa simplemente cierta carga afectiva: el amor de mi vida, la tonta ésa.
El discurso argumentativo se caracteriza por la intención de un emisor (alocutor) de persuadir a un receptor (alocutario). Este rasgo lo vincula con la antigua retórica que cultivaba las artes de argumentar y convencer. En lo que respecta a su estructura formal, la retórica disponía de tres operaciones para argumentar y convencer: la preparación de las pruebas que luego sostendrán la argumentación (inventatio); el orden en que dichas pruebas aparecerán en el texto (dispositio); y la composición misma del texto (elocutio) que incluye cuatro momentos: las apelaciones al receptor (exordio), la narración de los hechos que servirán como prueba (narratio), la exposición de argumentos (compositio), el resumen de los argumentos que también incluye una instancia apelativa (epílogo).
- Cine/Lenguaje cinematográfico
El cine o cinematografía, es un lenguaje que capta y proyecta sobre una pantalla imágenes fotográficas sucesivas y simbólicas en movimiento.
Podemos comprender al lenguaje cinematográfico como las manifestaciones no articuladas del lenguaje (no verbales). Esta definición, proporcionada por Jean Mitry, sirvió como punto de partida para romper, primero, con una tradición impuesta que ponderaba al lenguaje como medio de intercambio comunicacional exclusivamente verbal y, segundo, para vislumbrar la posibilidad de un intercambio a partir de la imagen, llegando así a una concepción del lenguaje cinematográfico totalmente emancipada del lenguaje verbal. Como todo lenguaje, debe tener una gramática: la gramática fílmica, y con ella, un conjunto de reglas para manejarla; además, como el término denota los niveles del análisis lingüístico, de allí surge el desglose de sus gramemas; y, además, los niveles morfológico, los morfemas cinematográficos (fotogramas, encuadres, etc.), las unidades sintácticas, el espacio donde encontramos la médula del filme, es decir, la estructura narrativa, las escenas, secuencias, los recursos del montaje, etc. El cuarto nivel es conocido como el nivel textual. A esto debemos incorporar, para tener un cuadro global, las categorías de tiempo, sonido y color.
Desde el punto de vista temático, todo texto responde a un tema general o global del que se van derivando temas particulares que se expresan en unidades menores. Es por esto que, temáticamente hablando, un texto debe ser coherente. La coherencia es una relación semántica que se establece entre las ideas, temas y conceptos que integran un texto. Por consiguiente, no alude exclusivamente a una determinada estructura gramatical sino a una compleja red de factores lingüísticos, semánticos y cognoscitivos.
El texto es una unidad en cuyo interior se tejen redes de significado y se vinculan unidades mayores y menores: capítulos, apartados, párrafos, etc. (ver coherencia). Estas redes contribuyen a la cohesión. La condición indispensable de cualquier texto es estar cohesionado gramatical y semánticamente. De este modo, cuando una palabra o construcción gramatical (o léxica) remite a otra palabra o construcción anterior o posterior y no puede ser interpretada sin ese elemento al cual remite, nos hallamos ante un ítem cohesivo. Así, por ejemplo, poco podría interpretarse de este pequeño apartado si previamente no hubiéramos definido conceptos como gramática, semántica, signo, léxico, etc. Los ítems cohesivos más comunes son los pronombres personales y demostrativos, la sinonimia, la repetición, la reformulación, etc. Además existen palabras que acentúan las conexiones entre oraciones o párrafos denominadas conectores: entonces, en síntesis, por consiguiente, además, en otras palabras, del mismo modo, etc.
- Comunicación/Circuito de la comunicación
Podemos pensar a la comunicación como un trato, relación o correspondencia entre dos o más personas. La denominada “lingüística estructural” abordó la comunicación según un modelo matemático que fue luego criticado por representantes de las más diversas disciplinas sociales por considerar que no lograba dar cuenta de la enorme complejidad de la comunicación humana. Podemos esquematizar dicho modelo del siguiente modo:
La lengua actúa como un código lingüístico compartido por un emisor y un receptor, y según el cual se cifra (codifica) y se entiende (decodifica) el mensaje. El mensaje lingüístico es el enunciado a través del cual el emisor realiza un acto concreto (orden, declaración, interrogación, pedido, etc.) con el objeto de crear una situación nueva respecto de algún interlocutor (responder a una solicitud, cumplir una orden, informar, transmitir un conocimiento nuevo, etc.). Según se haga hincapié en uno u otro de los elementos que participan en este circuito de la comunicación (emisor, receptor, mensaje, código, referente, canal) debemos hablar de diferentes funciones del lenguaje:
La función referencial, también llamada informativa o declarativa, se caracteriza por dirigir la atención al contenido del mensaje (referente), y utiliza por lo general la tercera persona, y el modo indicativo (se emplea especialmente para la tarea informativa, los tratados científicos, etc.).
La función emotiva o expresiva se manifiesta cuando el mensaje se centra en el hablante (emisor), quien manifiesta su actitud subjetiva respecto del tema al que se está refiriendo (por lo general abunda la adjetivación, las exclamaciones, interrogaciones, y demás manifestaciones de un estado de ánimo). La literatura, y muy en especial la lírica, es la más alta expresión de la función emotiva.
En la función apelativa, la atención se centra en el oyente (receptor), con la idea de inducirlo a actuar en determinada dirección, o de modificar una actitud o conducta de éste. En los textos donde predomina la función apelativa (publicidades, discurso político, etc.), se suele utilizar recursos tales como el modo imperativo, el vocativo, etc.
La función de contacto está centrada en el canal por el que circula el mensaje, y tiene por objeto asegurar la comunicación entre los interlocutores. Por lo general se vale de expresiones tales como: ¿me escucha?, ¿se entiende?, ¿me explico?
La función metalingüística es aquella que toma por objeto a la lengua misma, es decir, a las formas y los significados de los signos que componen el código de la comunicación. Procura dar precisiones sobre significados ambiguos o desconocidos, reglas gramaticales, etc.
Por último, la función estética es aquella que pone su interés en el mensaje, en su forma, sus cuidados y sus efectos. Esta función resulta de vital importancia en los textos y discursos literarios.
De todos modos, conviene aclarar aquí que a lo largo de un mensaje podemos llegar a encontrar varias de estas funciones operando al mismo tiempo o bien alternándose. Pero tal como insinuáramos anteriormente, este acotado esquema de la comunicación que sí nos ha servido para mostrar la correspondencia entre los componentes del circuito comunicativo (emisor, receptor, mensaje, etc.) y las funciones del lenguaje (referencial, emotiva, apelativa, etc.) sólo podría ser aplicado estrictamente a un modelo matemático ideal, es decir, alejado de nuestra realidad compleja y heterogénea. Un emisor y un receptor pueden llegar a compartir un código (una lengua) pero entre ellos existirá seguramente una gran cantidad de diferencias relacionadas con los conocimientos sobre ese código (competencias lingüísticas y no lingüísticas), los presupuestos ideológicos y culturales, las determinaciones psicológicas, las desigualdades sociales, las cuestiones relacionadas con el rol, la identidad o la personalidad, etc. Dicho modelo tampoco contempla la eficacia de ciertos gestos, silencios, miradas o ausencias. Todas estas circunstancias (y muchas más) intervienen necesariamente a la hora de establecer una relación comunicacional. Con lo cual, lejos de presentar esta práctica (tanto en relación con el habla como con la escritura) como una (pretendidamente) armónica relación comunicacional, deberíamos analizarla como un verdadero campo de batalla en el que los significados se ponen en juego.
Los conectores son palabras o expresiones que marcan una relación (conexión) entre una oración, párrafo, palabra o expresión, con su antecedente o su consecuente. El uso de los conectores adecuados permite que el texto sea coherente y esté debidamente cohesionado; y le permite al emisor (alocutor) facilitar la comprensión del receptor (alocutario). Los conectores pueden establecer relaciones de causa (por eso, por esta razón, a raíz de, a causa de) consecuencia (entonces, en consecuencia), oposición (pero, sin embargo, no obstante, aunque, a pesar de, al contrario); semejanza (del mismo modo, de igual manera, en idéntico sentido), de orden (en primer lugar, en último término), etc.
Es considerada por muchos autores “la forma básica de la comunicación humana” debido a las siguientes razones: cualquier persona puede participar de ella, permite tratar cualquier cuestión, puede incluir todos los actos de habla (preguntas, órdenes, dudas, aseveraciones, consejos, etc.), puede establecerse en múltiples contextos. Desde muy temprano recibimos un entrenamiento intenso en este tipo de actividad lingüística, y así vamos desarrollando competencias conversacionales: conocimientos de gramática, vocabulario, fonética, entonación, gestos y demás elementos no verbales.
Es una de las formas (subtipos) del discurso periodístico en que un periodista o especialista desarrolla sus consideraciones (su juicio crítico) sobre libros, discos, espectáculos, obras cinematográficas o teatrales, etc. El crítico debe poseer un conocimiento de índole intrínseca y extrínseca. El conocimiento intrínseco alude al dominio de las técnicas lingüísticas y lexicales que exige la apreciación de la obra analizada; el conocimiento extrínseco es el que excede dichas técnicas para alcanzar todos aquellos ámbitos a los que directa o indirectamente, la obra nos transporta: la historia, la psicología, la religión, la geografía, etc. La crítica, en tanto puesta en crisis de un texto/obra comporta un juicio estético.
Son palabras (indicadores) vacías de referencia y que para ser interpretadas necesitan del contexto. Se trata de términos orientadores que la lengua utiliza para aludir al lugar, al tiempo, al sujeto que enuncia, etc. Por consiguiente, podemos agruparlos en tres clases: personales, temporales, y espaciales. Los deícticos personales son los pronombres de primera y segunda persona, y señalan a los participantes de la situación comunicativa (emisor y receptor): Yo estoy muy bien; Vos tenés la respuesta. Los deícticos temporales son adverbios de tiempo que sólo podemos interpretar si conocemos el momento en que el enunciado se produjo: Hoy debés ir a clase; Ahora me tengo que ir. Los deícticos espaciales son adverbios de lugar o pronombres demostrativos que, para ser decodificados, exigen el conocimiento del lugar en que se produce el enunciado: Aquí hace mucho frío; ¿Cómo andan ustedes por allá?
Es el artículo de fondo (de un diario, revista, programa televisivo o radial, etc.) cuyo objetivo no es comunicar noticias ni relatar acontecimientos sino comentar y argumentar acerca de un tema de actualidad. En dicho texto se realiza una interpretación y valorización de hechos ya conocidos, de acuerdo con la orientación ideológica del medio en cuestión.
Composición expositiva escrita preferentemente en prosa, que suele proporcionar información, interpretación y/o explicación acerca de un tema o problema. Propone una búsqueda errática y subjetiva, y, por consiguiente, una formulación provisional, no definitiva ni verificada. Más allá del tono y las dimensiones, el ensayo debe ser persuasivo, demostrar ciertas virtudes estilísticas y gramaticales, de modo que el lector apruebe la propuesta del ensayista.
Es un caso especial de conversación. A través de ella, el público logra acceder a pensamientos y opiniones de personas que ocupan un lugar destacado en la sociedad (políticos, deportistas, escritores, artistas, etc.). La entrevista periodística crea la ilusión de participar de una comunicación personalizada con las personalidades que resultarían inaccesibles de otro modo, por intermedio del entrevistador. Éste inicia y conduce la entrevista a través de sus preguntas, además de decidir sobre los temas a tratar. El entrevistado, al responder a las preguntas que se le formulan, se dirige al entrevistador, pero en realidad habla para el público. Según los temas abordados, podemos hablar de diferentes tipos de entrevistas: políticas (problemáticas nacionales o internacionales), profesionales (vinculadas con la especialidad del entrevistado), corporativas (el entrevistado habla en nombre de una empresa, un sindicato, un centro de estudiantes, etc.), existenciales (experiencias personales del entrevistado).
La teoría de la enunciación, que se ha desarrollado principalmente en Francia; aborda el estudio del lenguaje en uso, pero a diferencia de la pragmática, su interés se centra en la relación entre los enunciados producidos por un sujeto y la situación o contexto de producción de dicho enunciado. Un enunciado es aquello que un hablante produce, mientras que la enunciación es el acto de producir ese enunciado. Cuando hablamos de enunciado nos referimos a un texto cualquiera (oral o escrito y de cualquier extensión) pero teniendo presente quién lo enuncia, a quién va destinado, la situación en que se produjo, etc. Es por ello que debemos distinguir al enunciado de la oración (unidad mínima del sistema), ya que para analizar una oración sólo nos resulta relevante la relación entre los signos que la integran (no el contexto, ni el sujeto de la enunciación ni el destinatario). Es por ello que la enunciación, en tanto acto de producir un enunciado, debe entenderse como el conjunto de factores que intervienen en dicha producción: enunciador, destinatario, circunstancias, tiempo, lugar, etc. Existen abundantes indicadores en el enunciado que nos permiten sacar algunas conclusiones respecto de sus condiciones de producción, es decir, de su enunciación; entre ellos se destacan los deícticos, los subjetivemas, los apelativos y los modalizadores.
Es un término propio de la teoría literaria para referirse a la elección de recursos lingüísticos (formales, lexicales, gramaticales, etc.) que hace un autor o una época determinada, entre todas las posibilidades que ofrece la lengua para producir enunciados.
La explicación surge para aclarar una situación, resolver un problema o responder a un interrogante. En algunos casos, es el mismo emisor el que formula explícitamente la pregunta cuya respuesta intentará desarrollar en el texto. Este recurso es utilizado, frecuentemente, en escritos didácticos, ya que permite guiar la interpretación y subrayar las cuestiones relevantes. Explicar es un verbo con varios significados: desarrollar un tema, señalar las razones de un acontecimiento, aclarar una idea o texto complejo, enseñar un procedimiento. Pero a la hora de definir si un texto es o no explicativo, hay una instancia clave a tener en cuenta: que el emisor tenga la intención de que el texto sea comprendido.
Una clase, un manual o un artículo científico, son textos explicativos, y se caracterizan por establecer una relación asimétrica entre quien da la explicación (es decir, quien sabe algo que otros no saben) y quienes la reciben. El objetivo de los textos explicativos es que quien los oye o lee adquiera un saber que no tiene; por consiguiente, el locutor deberá tener en cuenta los conocimientos que posee su interlocutor, ya que si la información resulta incomprensible para este último, la explicación fracasa. Una explicación, para ser exitosa, además de adaptarse al receptor, debe ser clara y ordenada. Si se trata de una charla cara a cara (una clase, una conversación) el receptor puede plantear dudas y pedir aclaraciones, obligando al emisor a resolver dichas dificultades; pero si se trata de un texto escrito, al no estar presente el receptor, quien escribe deberá presuponer cuáles serán las dificultades, anticiparse a las preguntas, y procurar resolverlas. Para esto último, utilizará los siguientes procedimientos:
Cuando el locutor supone que la idea que está explicando es un tanto difícil de entender, puede reformularla, es decir, expresarla de un modo que resulte más accesible para el receptor. La reformulación consiste, entonces, en proporcionar un enunciado que aclare un segmento anterior del texto. Expresiones como: o sea, es decir, en otras palabras, dicho de otro modo, etc., son marcadores de la reformulación.
Teniendo en cuenta que el desconocimiento del significado de un concepto es un obstáculo para la comprensión, los textos explicativos suelen aportar definiciones de aquellos términos que se supone que el receptor desconoce. La definición es un procedimiento consistente en proporcionar el significado de una palabra o expresión. A su vez, para definir un concepto, suelen utilizarse diferentes recursos: cotejarlo con otra expresión de significado equivalente, describir las características distintivas del objeto designado, indicar su función, proporcionar el término técnico o científico que se utiliza para designarlo.
Para facilitar la comprensión de un concepto suelen introducirse ejemplos concretos que se supone resultarán conocidos para el receptor (haciendo concreta una información abstracta). Puede ocurrir también que los ejemplos precedan al concepto, con lo cual estaríamos yendo (inversamente) de lo concreto a lo abstracto. Los marcadores de la ejemplificación son expresiones como: por ejemplo, a saber, es el caso de, etc., y signos de puntuación tales como los dos puntos, las rayas o el paréntesis.
Consiste en presentar un caso de características similares a las del que se procura explicar, con la presunción de que dicho paralelismo le resultará familiar al receptor. Las analogías suelen estar introducidas por marcadores del tipo como si, es como, es lo mismo que, tal como, etc.
Como ya hemos afirmado, todo enunciado es polifónico: se trata de una voz (la del emisor) que implícita o explícitamente toma en cuenta otras voces (polifonía) que interactúan en dicho enunciado. Las citas “de autoridad” consisten en la inclusión de una voz especializada o respetada que se suma a la del emisor y que le ayuda a defender su tesis. Para esto último, además de las citas de autoridad, quien se propone convencernos de sus afirmaciones suele acudir también a las estadísticas, los saberes populares, o a los resultados de otras investigaciones sobre el tema en cuestión.
Consisten en incluir, en el enunciado, la voz del receptor a quien se procura convencer. Las preguntas retóricas son interrogantes cuya respuesta no se exige del receptor sino que está implícita en ellos. Las preguntas retóricas anticipan los posibles interrogantes que se formularía el lector, haciendo más sencillo el recorrido argumentativo y logrando incorporar “diplomáticamente” una aseveración implícita.
Los textos explicativos ofrecen información sobre un tema determinado de forma clara y ordenada. En primer lugar se presenta el tema (en el título o en el primer párrafo), a continuación se expone la información, y finalmente se sintetiza lo expuesto. No obstante, esta “estructura básica” presentará variaciones según la clase de texto (científico, didáctico, de divulgación, etc.), según el receptor (un adulto, un niño, un profesional, un especialista, etc.), y según el medio en que se reproduzca (un manual, una revista especializada, el suplemento de un diario, etc.). En los textos explicativos suelen utilizarse diferentes procedimientos para guiar el reconocimiento de cada una de las partes y facilitar de este modo la comprensión. Detallamos a continuación algunos de esos procedimientos: Conectores que organizan la información: por otra parte, asimismo, además, a su vez, en primer lugar, etc. / Conectores que indican un cambio de orientación o punto de vista: en cambio, por el contrario, etc. / Frases que explicitan la organización del texto: como ya hemos dicho, en suma, a continuación, etc. / Marcas gráficas y/o tipográficas que permiten visualizar la jerarquización de la información: bastardilla, negrita, subrayado, letras (a,b,c...), números (1., 2. 2.1....), etc. / Elementos paratextuales: títulos, subtítulos, fotografías, ilustraciones, esquemas, cuadros, mapas, etc.
Una clase especial de textos explicativos son los textos de divulgación científica cuyo objetivo es poner a disposición del público en general, información específica relativa a una disciplina científica, de modo que pueda ser comprendida por un lector no especializado. El periodista que se encarga de redactar este tipo de notas actúa como una especie de traductor o intermediario entre el discurso científico y las competencias del público lector. Por lo general, estos textos consisten en artículos o “papers” científicos, notas en revistas especializadas, entrevistas a especialistas sobre el tema, etc. En la nota suelen mencionarse las fuentes consultadas y suelen incluirse citas para respaldar o legitimar al periodista que se presenta como un portavoz del discurso científico. Por último, además de este último aspecto, lo que distingue a los textos de divulgación científica de los didácticos, es que aquéllos no organizan la información de modo sistemático, no tratan el tema con una profundidad gradual y no se preocupan por vincularlo con otros temas, de modo que el receptor logre comprender la problemática en toda su complejidad.
Todas nuestras realizaciones cotidianas están relacionadas con el uso de la lengua, es decir, con acciones tales como las de comprender (escuchar o leer) y producir (hablar o escribir). En ambos casos, nos enfrentamos con objetos lingüísticos concretos: textos o discursos. Así denominamos a aquellas expresiones lingüísticas que surgen en una situación de comunicación real (un relato, una crónica periodística, una carta, un diario íntimo, una exposición oral, un tratado científico, una conversación informal, etc.); pueden ser breves o extensos, ficcionales o no ficcionales, formales o informales, orales o escritos. De todos modos, si bien nosotros utilizamos indistintamente los conceptos de texto y discurso, cada uno procede de una corriente lingüística diferente. En el primer caso, la llamada gramática textual se ocupa de determinar la organización interna de las unidades lingüísticas más complejas: los textos (utilizando términos tales como macroestructura, esquema, secuencia textual o superestructura). En el segundo caso, el análisis del discurso se ocupa de estudiar los usos del lenguaje, y la relación lenguaje/sociedad (prefiriendo la noción de géneros discursivos).
Si bien los discursos son producidos por individuos en una situación determinada, y en este sentido resultan únicos, la sociedad elabora para cada actividad humana formas discursivas típicas que presentan una estructura común, un estilo particular, y un manejo temático en cierta medida predeterminado. Estos tipos discursivos (o formas discursivas típicas) relativamente estables se llaman géneros discursivos. Son géneros porque presentan características generales, y relativamente estables porque si bien mantienen temporariamente dichas características, sufren modificaciones durante su desarrollo histórico a medida que cambian las prácticas sociales. Existen tantos géneros discursivos como actividades humanas. Es por ello, que, a diferencia de los esquemas textuales básicos (descripción, narración, explicación, conversación, argumentación, etc.), la lista de géneros discursivos sería infinita. A su vez, para cada uno de ellos, existe una enorme variedad: por ejemplo, dentro del género discursivo periodístico, tenemos crónicas, editoriales, comentarios, notas, entrevistas, etc.; dentro de los géneros literarios pueden distinguirse la lírica, la narración, el drama, etc. Por último, y teniendo en cuenta que los géneros son producidos social e históricamente, sería una vana tarea ensayar una clasificación taxativa ya que mientras unos surgen, otros desaparecen. Para decirlo brevemente: los tipos textuales básicos se plasman en múltiples géneros discursivos (literarios y no literarios, orales y escritos, simples y complejos, mediáticos y de circulación restringida, etc.). Así podemos obtener, por ejemplo, una descripción poética o una descripción científica; una narración periodística o una narración literaria; una argumentación mediática o una argumentación jurídica; una conversación cotidiana o una conversación formal; una carta abierta o una carta íntima; y una lista infinita de etcéteras. Por consiguiente, podríamos concluir que los esquemas textuales básicos y los géneros discursivos, son los modelos a partir de los cuales producimos o interpretamos textos o discursos; siempre y cuando tengamos en cuenta que cada género no es un tipo puro claramente distinguible del resto de las variedades genéricas, y que, por lo general, mantiene un intercambio con discursos de otro género. Para ilustrar esta confluencia de diferentes géneros discursivos en un mismo texto, podemos citar el caso de una novela (narración literaria) que a lo largo de sus páginas combina la conversación cotidiana con la argumentación científica, con la explicación jurídica, y con la crónica periodística. Este diálogo o intercambio entre un texto y otros recibe el nombre de intertextualidad. Un texto mantiene con otro una relación de este tipo cuando entre ambos hay rasgos estilísticos compartidos, una organización similar, temas compartidos, etc. Por lo tanto, un lector sólo reconoce la intertextualidad, si además del texto que está leyendo, tiene conocimiento de esos otros discursos con los cuales dicho texto dialoga. Cuantos mayores sean los conocimientos del receptor, mayores juegos intertextuales podrá reconocer. No hay discurso que no tenga una relación intertextual con otro; en todo texto resuenan voces de otros textos (ya sea como parodia, cita, plagio, homenaje, copia, etc.).
Un guión es un texto en que se expone, con los detalles necesarios para su realización, el contenido de una película, historieta o de un programa de radio o televisión, también las obras de teatro. Es decir, un escrito que contiene las indicaciones de todo aquello que la obra dramática requiere para su puesta en escena. Abarca tanto los aspectos literarios (guion cinematográfico, elaborado por el guionista: los parlamentos) como los técnicos (guion técnico, elaborado por el director: acotaciones, escenografía, iluminación o sonido).
Se llama historieta o cómic a una serie de dibujos que constituye un relato, con texto o sin él, así como al medio de comunicación en su conjunto. Partiendo de la concepción de Will Eisner de esta narrativa gráfica como un arte secuencial, Scott McCloud llega a la siguiente definición: “Ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada con el propósito de transmitir información u obtener una respuesta estética del lector”. Considerada durante mucho tiempo como un subproducto cultural, apenas digno de otro análisis que no fuera el sociológico, desde los años 60 del pasado siglo se asiste a su reivindicación artística, de tal forma que Morris y luego Francis Lacassin han propuesto considerarla como el noveno arte, aunque en realidad sea anterior a aquellas disciplinas a las que habitualmente se les atribuyen las condiciones de octavo (fotografía, de 1825) y séptimo (cine, de 1886). Seguramente, hayan sido este último medio y la literatura los que más la hayan influido, pero no hay que olvidar tampoco que su particular estética ha salido de las viñetas para alcanzar a la publicidad, el diseño, la moda. Las historietas suelen realizarse sobre papel, o en forma digital (e-comic, webcomics y similares), pudiendo constituir una simple tira en la prensa, una página completa, una revista o un libro (álbum, novela gráfica o tankōbon). Han sido cultivadas en casi todos los países y abordan multitud de géneros. Al profesional o aficionado que las guioniza, dibuja, rotula o colorea se le conoce como historietista.
Hacia los años setenta comenzó a imponerse en el mundo hispanoparlante el término de origen anglosajón cómic (procedente a su vez del griego Κωμικός, kōmikos, de o perteneciente a la "comedia"), que se debe a la supuesta comicidad de las primeras historietas. En inglés, se usaban además los términos funnies (es decir, divertidos) y cartoon (por el tipo de papel basto o cartón en donde se hacían), pero con el tiempo los animated cartoons o dibujos animados tendieron a reservarse la palabra cartoon. Posteriormente aparece desde el movimiento contracultural el término comix, primero en inglés y luego en otras lenguas, que suele reservarse para publicaciones de este estilo.
Suele ser concebida como una de las disciplinas de la lingüística que se ocupa del estudio del conjunto de reglas que constituyen el sistema de la lengua. Dichas reglas, clasificaciones y generalizaciones describen la estructura (abstracta) que subyace a las expresiones concretas de los hablantes. La gramática es el sistema mismo de reglas que permite la producción y comprensión de los múltiples enunciados.
Dominio de la lingüística que considera al texto como una unidad específica de estudio, de nivel superior al de la oración. Se ocupa de la organización textual de la coherencia, la cohesión y otras constantes estructurales.
Sin el lenguaje, la vida social, así como cualquier forma de cultura, serían imposibles. El lenguaje es una capacidad imprescindible de la vida humana, a tal punto que es uno de los rasgos que define nuestra especie. Por consiguiente, no es correcto pensarlo como un instrumento del cual se valen los hombres, siendo preferible definirlo como constitutivo de la especie humana. Como dice Emile Benveniste: “Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el lenguaje funda en realidad, en su realidad (...) el concepto de yo”. El lenguaje ha sido caracterizado ora como un sistema de comunicación basado en convenciones y acuerdos (alentando su conversión en instrumento de intercambio), ora como una capacidad (facultad, potencia) universal que les permite a los seres humanos aprender una lengua y emplearla (es decir, nombrar, aludir, brindar hospitalidad al/los otro/s). La capacidad del lenguaje es, específicamente, la facultad de expresar ideas/imágenes/impresiones sobre seres, estados u objetos (o sobre sus relaciones) mediante un código compartido o sistema de signos (lengua) que permite establecer la comunicación.
Conjunto de palabras que integran el vocabulario de una lengua. También puede aplicarse a un texto o a una persona para designar el vocabulario que le es propio.
Estudio científico del lenguaje. Análisis sistematizado y verificable de los hechos lingüísticos basado en el desarrollo histórico de las lenguas, sus estructuras, elementos diferenciales, función social y fundamento cognoscitivo.
La definición más usual de literatura es aquella que caracteriza a lo literario por su naturaleza ficcional y por el predominio de la función estética. La literatura es producto de una invención, presenta un mundo de ficción, construye un simulacro. Pero además, si centramos nuestra atención en el lenguaje literario, observamos que el predominio de la función estética (o poética) se manifiesta en la particular selección y combinación de las diferentes unidades de la lengua (desde las fonológicas hasta las semánticas). En virtud de estos juegos de sonido y sentido, el lenguaje literario se constituye menos como un instrumento para lograr un efecto (informar, expresar, solicitar) que como un fin en sí mismo. Así, los discursos literarios se distinguen del resto de los discursos no sólo porque representan un mundo de ficción, sino también porque crean un lenguaje especial. Sin embargo, definir lo literario por estas dos características (la ficción y el lenguaje estético), puede generar algunos inconvenientes. Así, por ejemplo, las historietas o los avisos publicitarios son discursos ficcionales, pero no literatura. Por otro lado, los límites entre realidad y ficción son a veces difusos: cuando un periodista o un historiador ficcionaliza sus relatos para hacerlos más atractivos, cuando el novelista apela a reportajes y métodos de investigación para narrar una historia, etc. Otro de los inconvenientes consiste en que en muchos discursos no literarios, lo estético cumple un papel preponderante: un grafiti, los cantitos de la hinchada, un discurso destinado a conmover a los oyentes. A la inversa, muchos literatos apelan a fórmulas sencillas para evitar el efecto poético esperado. Todas estas cuestiones nos hablan de una misma dificultad: la de definir lo litarario a partir de rasgos estables (carácter ficcional, lenguaje estético, belleza literaria, etc.). Para superar este obstáculo, proponemos abordar el discurso literario a partir de relaciones variables entre el autor y su obra, entre las obras mismas y entre la obra y el lector. El filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre, en su texto ¿Qué es la literatura?, sostenía que el objeto literario sólo podía ser considerado a partir de su movimiento, es decir, de su cotejo con otros textos y con el mundo, de los vínculos que haya logrado establecer con otras disciplinas.
Desde la cultura griega hasta el presente se han elaborado diferentes concepciones del discurso literario. Tanto el ideal de belleza en el arte como la consideración de la literatura en tanto hecho ficcional, tienen una larga historia. No obstante, desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la reflexión adquiere un carácter científico. Así, para esta época, la teoría literaria se constituyó como una disciplina científica. A partir de entonces, la teoría literaria se nutrió de los aportes de áreas vecinas, como la lingüística, la semiología, la sociología, etc., y gracias a ellos, desarrolla métodos de observación, modelos de análisis y sistemas de explicación e interpretación. De este modo, y al igual que en otras disciplinas científicas (sociología) y no científicas (filosofía), en la teoría literaria conviven diferentes sistemas interpretativos, aunque no de modo pacífico. Son frecuentes las discusiones, los enfrentamientos y las luchas por imponer una forma determinada de comprensión de lo literario, del análisis de una obra, de la relación entre la obra y la realidad, etc. A continuación (y sin la pretensión de agotar todos los abordajes posibles), analizaremos las principales teorías que se ocupan del autor, de la obra y del lector.
En sentido amplio, podríamos pensar a los medios como agencias intermediarias que permiten la comunicación. Así, el habla, la escritura, los gestos, las señas, la actuación o la danza, podrían ser considerados como medios de comunicación. No obstante, este término fue asociado, cada vez más, con las formas técnicas en que los medios se concretan (la radio, la televisión, los periódicos, las fotografías, los filmes, etc.). Es ésta la razón por la cual cuando hoy hablamos de los medios no podemos dejar de vincularlos con el desarrollo tecnológico, la extensión de los canales, y el alcance y la velocidad de la comunicación.
Llamamos modalizador de un enunciado al término o construcción lingüística que exhibe la posición del hablante respecto de lo que dice. Los modalizadores “contaminan” de sentido (valoración, duda, certeza, etc.) al resto del enunciado. Pueden funcionar como modalizadores los adverbios y frases verbales (evidentemente, lamentablemente, por fortuna...); los verbos (creer, saber, suponer, intuir, etc.); los modos verbales (el indicativo para afirmar, el subjuntivo para expresar duda).
La monografía (o informe monográfico) es un texto expositivo y explicativo en el que se reúne información acerca de un tema determinado y se la presenta en forma sistemática. Por lo general, el texto gira en torno de una idea (hipótesis) que se defenderá mediante recursos argumentativos. No se trata, simplemente, de una ordenada exposición de datos, sino también de persuadir al lector para que comparta las mismas conclusiones que el autor del texto. El informe monográfico procura ser una exposición objetiva (ajena a las opiniones y valoraciones de quien escribe) sustentada en una investigación que permite recoger los datos que se juzguen relevantes, y en la adecuada utilización de la bibliografía. En líneas generales, las monografías respetan el siguiente esquema: introducción del tema y justificación de su elección; desarrollo de la exposición; elaboración de conclusiones recuperando los datos más importantes y ratificando o rectificando la hipótesis.
Es un dictamen o juicio que se forma sobre algo cuestionable. Cuando expresamos nuestra opinión, intentamos persuadir a quien nos escucha de que tenemos razón, de que nuestra opinión es acertada. Para eso, fundamentamos nuestro discurso con argumentos apropiados a la situación, al problema o al receptor. Son textos de opinión los editoriales, los ensayos, las críticas de espectáculos, las cartas de lectores, etc.
- Polémica/discusión/debate
El término polémica deriva del griego polemikos que se utilizaba para aludir a los medios bélicos requeridos para defender o atacar un territorio. Del ámbito militar, este concepto se extendió luego al combate discursivo, político, religioso o filosófico. Hoy definimos a la polémica como una discusión, pelea o controversia. Se dice que un texto o discurso es polémico cuando suscita controversias. La discusión es un género conversacional que se caracteriza por el hecho de que si bien los hablantes asumen puntos de vista diferentes, se intenta llegar a un acuerdo total o parcial. Este rasgo distingue a la discusión del debate, género en que las negociaciones son mínimas ya que cada uno de los participantes se mantiene en una posición.
Presencia e interacción de distintas voces en un mismo texto o discurso. Esta circunstancia también ha sido definida como una relación dialógica (o incluso, heterológica) para aludir al diálogo que entabla el emisor con otros textos, discursos, autores, personajes, etc.
Más allá de la actitud de los hablantes y de sus intenciones, existen casos en que la utilización de una misma palabra para referirse a objetos o circunstancias distintas, podría prestarse a confusiones. En el caso en que dicho término aluda a un origen común o a la existencia de ciertos significados compartidos (como en el caso de hoja: lámina delgada, y hoja: órgano de plantas y árboles) que comparten un rasgo referido a la forma, debemos hablar de polisemia (poli: muchos; sema: significado). En cambio, si dicho concepto alude a significados absolutamente diferentes (cara: faz, rostro, y cara: valiosa, de precio elevado), debemos hablar de homonimia (homo: igual, el mismo; nomen: nombre; es decir, el mismo nombre para referirse a cosas distintas).
La publicidad es una actividad en la que interviene activa, pasiva y receptivamente una diversidad de profesiones, ocupaciones, hechos, acciones y funciones. Es una forma de comunicación masiva, destinada a difundir un mensaje impersonal y pagado, a través de los medios, con el fin de persuadir a la audiencia, siendo su meta el consumo de productos o servicios específicos. También es considerada un hecho comercial, la empresa la debe manejar para hacer conocer el producto y concretar ventas mediante el método más lógico, eficiente y económico, es una herramienta de comercialización. La utilidad, el beneficio o el placer que un producto o servicio pueda aportar, permiten establecer la apelación adecuada para influir a un receptor escogido y específico con el propósito de que compre o utilice lo publicitado. Debido a la enorme cantidad de productos y servicios que surgen día a día, la publicidad pasó a ser indispensable para que el público pueda conocerlos e informarse sobre los cambios que se producen en ellos. La aspiración de todo productor es llegar a confundir el producto con la marca, consiguiendo que el consumidor vaya a un almacén y no pida una gaseosa cola, sino una Coca o Pepsi, lo que es factible gracias a la publicidad intensiva.
La propaganda es la difusión de ideas políticas, filosóficas, morales, sociales o religiosas, es decir comunicación ideológica o de valores culturales. Informa a la población, genera conciencia y modifica conductas. A pesar de que tanto la propaganda como la publicidad pretenden modificar la conducta de la gente, la primera no tiene un fin comercial. Ejemplos claros de ello son las propagandas de educación vial, de la prevención contra el sida, campañas de conservación del medio ambiente, contra la discriminación, etc.
- Radio/Lenguaje radiofónico/Géneros radiofónicos
La radio al igual que la televisión, necesitó de los aportes de la ciencia y la tecnología para llegar a buen puerto y así fue que, tras arduos trabajos de experimentación en distintos lugares del mundo, hoy disponemos de una tecnología que modula las ondas electromagnéticas posibilitando la transmisión de señales que llegan en este caso a un receptor de radio.
Desde la aparición de la primera emisora con programación regular en 1920 (KDKA, Pittsburg, EEUU) hasta nuestros días, la radio ha desarrollado una increíble y constante atracción hacia sus oyentes, pese a haber sufrido la aparición de los medios de comunicación visuales como el cine o la televisión. Pero el estudio y análisis de la radio ha estado casi siempre vinculado con su proyección social y política, haciéndose especial hincapié en su desarrollo como instrumento de propaganda política o publicidad comercial. La concepción moderna de identificar creación artística con estética visual ha dejado de lado el interés que presenta el lenguaje radiofónico, completo y único en sí mismo y que conlleva una serie de características y elementos propios que lo definen perfectamente. Los mensajes sonoros de la radio podemos concebirlos como una sucesión ordenada, continua y significativa de sonidos elaborados por las personas, los instrumentos musicales o la naturaleza y clasificados según los repertorios/códigos del lenguaje radiofónico. La intervención de nuevos elementos ajenos al cuerpo humano y nuevas convenciones para esta forma de comunicación expresan un lenguaje característico. Los actores involucrados en este fenómeno se adaptan a un nuevo contexto perceptivo imaginativo, que determina una manera distinta de escuchar el sonido. El lenguaje radiofónico está compuesto por reglas que hacen posible la comunicación: a) La voz aporta la carga dramática; b) La palabra, la imagen conceptual; c) El sonido describe el contexto físico; d) La música transmite el sentimiento; e) El silencio, la valoración.
La radio es el medio en el que algunos géneros del periodismo clásico alcanzan su máxima expresión. Un ejemplo es la entrevista, el debate y la tertulia. La adaptación de los géneros periodísticos a la radio se caracteriza por la riqueza expresiva y el carácter personal que se incorpora al mensaje transmitido. Las claves para una buena comunicación son contenidos concisos, claros y directos. De esta manera se producirá un mayor efecto de atracción sobre la audiencia.
Los géneros radiofónicos podrían clasificarse de la siguiente manera: a) El Reportaje; b) La Crónica; La Crítica; c) El Comentario; d) El Editorial; e) La Entrevista; f) La Tertulia; El Debate.
La semántica (del gr. semantikos: “lo que tiene significado”) se ocupa del significado de los signos. Cada signo, considerado según su significado, puede contener diversos semas. Así, el signo auto contiene (al menos) los siguientes semas: medio de transporte, con cuatro ruedas, para un máximo de cuatro o seis personas, con motor a nafta o gas, etc. Con lo cual podríamos integrarlo a un campo semántico compartido con otros medios de transporte (tren, moto, bicicleta), y al mismo tiempo distinguirlo de ellos en función de los semas no compartidos (utilización de motor y cuatro ruedas en relación con la bicicleta, etc.). Cuando hablamos de sinonimia, nos referimos a los semas (unidades de sentido) compartidos por dos o más palabras y que permiten el reemplazo de unas por otras en determinados contextos. En este sentido, convendría no establecer relaciones de sinonimia en abstracto, es decir, al margen de un marco discursivo particular, ya que podría ocurrir que dos palabras que frecuentemente se asocian a un mismo campo semántico, no funcionen del mismo modo en un contexto discursivo específico (pudiendo llegar inclusive a actuar con significados antitéticos). Y esto también vale para el caso inverso: palabras que en un texto o discurso funcionen como sinónimos, podrían estar comunmente asociadas a grupos semánticos completamente diferentes.
La semiología es la ciencia que estudia la significación e interpretación de los signos en la vida social. Comparte este objeto de estudio con la semiótica aunque no la metodología de análisis. Mientras que la primera adhiere a los métodos lingüísticos (quedando, de este modo, limitada al ámbito de la teoría saussureana del signo lingüístico), la segunda intentó abrirse hacia nuevos aportes: condiciones sociales de producción de enunciados, modos de circulación de los textos, etc.
Toda comunicación implica la existencia de un sistema de signos compartidos por toda la comunidad. Los signos son elementos diferenciales en que se conectan los sentidos e imágenes acordados por una comunidad (y poco importa aquí si esta elección es arbitraria, intencional, motivada o alusiva). Aun en el caso en que se tratara de meras convenciones arbitrarias, los signos jamás podrían responder a decisiones individuales (lo que tornaría imposible la comunicación). Por ello, a pesar de tener análogas capacidades de expresión (lenguaje humano), no todas las comunidades utilizan los mismos signos para referirse a similares objetos, seres o ideas. Así, para referirnos a ese ser de cuatro patas que ladra, nosotros usamos el signo perro, otros usan dog, otros chien, otros cane, etc. Existen diferentes ciencias abocadas al estudio de los signos: la que estudia la relación de unos signos con otros (sintaxis), la que estudia la conexión de los signos con su referente (semántica), la que se ocupa de la vinculación entre los signos y el sujeto que los utiliza (pragmática), y la que estudia el funcionamiento de los signos en la vida social (semiótica).
- Íconos, símbolos, índices
El semiólogo Charles Peirce propuso la clasificación de los signos en: íconos, símbolos e índices. Según esta distinción, un ícono es un signo que tiene una relación de semejanza con su objeto, se relaciona con él en virtud de su naturaleza interna, y posee su misma configuración de cualidades. El ícono es como una imagen de su objeto (una radiografía, un retrato, una fotografía, los planos de una casa), y por eso, para aludir a todos aquellos medios en los que prevalece la imagen (cine, publicidad, cómic, televisión), se habla de “lenguaje icónico”. Pero también son íconos una fórmula matemática (ya que exhibe relaciones entre números que guardan semejanza con las relaciones entre cantidades), un cuadro sinóptico (porque es análogo a la organización del texto), o un mapa (imagen semejante al objeto representado).
Un índice, en cambio, es un signo que guarda una relación de contigüidad respecto de su objeto, es decir, que establece una conexión con él pero no es semejante a dicho objeto. Además, los índices aluden siempre a un objeto particular y no a una circunstancia universal. Podríamos decir entonces que son índices los siguientes ejemplos: la fiebre, el sonido del trueno, el timbre, un cartel indicador de la proximidad de una curva, la veleta que indica la dirección del viento.
Por último, los símbolos son signos creados por la convención, la tradición o el hábito, y por lo tanto, son arbitrarios (no hay ninguna razón “natural” que obligue a establecer dicha conexión). La bandera celeste y blanca, por ejemplo, es el símbolo de la nación argentina ya que así lo ha determinado un acuerdo; la palabra pájaro es un símbolo que alude a un animal con plumas y que nace de un huevo; la paloma es el símbolo de la paz para la cultura judeocristiana (por lo tanto, a diferencia de los índices, no remiten a una circunstancia particular específica sino a una convención universal, o mejor dicho, a un acuerdo que incluye a un amplio grupo cultural).
No obstante, un mismo signo puede actuar como ícono, índice y símbolo. Pensemos por ejemplo en la figura con forma de mujer que suele colocarse en la puerta de un baño público para damas. Si se considera su relación de semejanza con una mujer, estaríamos ante un ícono; si nos atenemos a la relación de contigüidad entre dicha figura y las mujeres que podrían hallarse detrás de la puerta, debemos hablar de un índice; si en cambio analizamos que por convención dicha figura alude al objeto “baño de mujeres”, estamos destacando su valor simbólico.
El semiólogo italiano Umberto Eco ha propuesto una clasificación de los signos mucho más minuciosa. Eco divide a los signos en dos grandes grupos: Naturales (vinculados con la “naturaleza” de las cosas) y Artificiales (creados por el hombre y utilizados intencionalmente). Los primeros, a su vez, están subdivididos en síntomas e índices. Los síntomas se caracterizan por la relación de causalidad o contigüidad con la realidad a la que hacen referencia (la fiebre puede ser síntoma de enfermedad), los índices se dividen en huellas (impresiones digitales, manchas de sangre) e indicios (un puñal clavado en una puerta puede operar como el indicio de que alguien corre peligro de muerte). El segundo grupo (los Artificiales) se divide en productivos (producen determinados significados: la veleta, un cartel indicador, etc.) o sustitutivos (reemplazan o sustituyen ideas u objetos: signo lingüístico, símbolos, etc.).
Los signos pueden relacionarse entre sí de dos formas diferentes: 1) La vinculación de un signo con los que lo suceden y anteceden en una oración, es una relación sintagmática. En la oración Un gato negro, “gato” se relaciona con “un” y con “negro”, es decir con los otros términos presentes en el sintagma. Podemos definir entonces al sintagma como una estructura ordenada y jerarquizada en torno de un elemento central que puede ser (fundamentalmente) un sustantivo (sintagma nominal), o un verbo (sintagma verbal); 2) Al mismo tiempo es posible establecer otro tipo de relaciones entre los signos, que denominaremos paradigmáticas, y se refieren a las innumerables posibilidades de relacionar un signo con otros signos del sistema lingüístico ausentes en el enunciado (pero presentes en la mente de los hablantes). Así, cada signo integra innumerables paradigmas dentro de dicho sistema, es decir, dentro del conjunto de signos por los que podría llegar a ser sustituido sin alterar el valor gramatical del sintagma. Veamos al menos tres tipos de relaciones paradigmáticas: Si tenemos en cuenta el aspecto fónico del significante gato, podemos relacionarlo con pato, rato, o dato, por ejemplo; si pensamos en su significado y nos remitimos a su cualidad de felino, podemos relacionarlo con tigre, león o leopardo; si en cambio decidimos remitirnos a su cualidad de animal doméstico, nos sería posible asociarlo con perro, canario, o tortuga, y así indefinidamente. Por consiguiente, podemos definir al paradigma como un modelo, plan, esquema, o estructura que nos sirve de referencia para relacionar un signo determinado con un conjunto de signos ausentes en el enunciado, pero que dicho modelo nos permite asociar con aquél.
Los subjetivemas son aquellos sustantivos, verbos, adjetivos, adverbios, construcciones y términos lingüísticos en general que manifiestan una valoración por parte del hablante: es maravilloso, esa estúpida obsesión, éste no sabe lo que le espera.
- Televisión/Lenguaje televisivo/ TV digital/TV pública
La televisión es un sistema para la transmisión y recepción de imágenes en movimiento y sonido a distancia. Esta transmisión puede ser efectuada mediante ondas de radio o por redes especializadas de televisión por cable. El receptor de las señales es el televisor. La palabra televisión es un híbrido de la voz griega "tele" (distancia) y la latina "visio" (visión). El término televisión se refiere a todos los aspectos de transmisión y programación de televisión. A veces se abrevia como TV. Este término fue utilizado por primera vez en 1900 por Constantin Perski en el Congreso Internacional de Electricidad de París (CIEP). El concepto de televisión (visión a distancia) se puede rastrear hasta Galileo Galilei y su telescopio. Sin embargo, no es hasta 1884, con la invención del Disco de Nipkow de Paul Nipkow cuando se hiciera un avance relevante para crear un medio. El cambio que traería la televisión tal y como hoy la conocemos fue la invención del iconoscopio de Vladimir Zworkyn y Philo Taylor Farnsworth. Esto daría paso a la televisión completamente electrónica, que disponía de una tasa de refresco mucho mejor, mayor definición de imagen e iluminación propia.
El lenguaje televisivo está determinado por su naturaleza visual y auditiva. En ella, se conjugan el lenguaje visual o imágenes (lenguaje del cine), el lenguaje auditivo verbal y no verbal (lenguaje radiofónico) y el lenguaje periodístico, sobre todo, en las informaciones (noticias, reportajes, etc.). Si reconocemos cierto orden y reglas que rigen la puesta del mensaje televisivo, heredados de los lenguajes ya mencionados y adaptados a su condición de producción, estamos en presencia de ciertas gramáticas y sintaxis que constituyen el lenguaje. Para poder comprender entonces cómo funcionan los programas, debemos conocer cómo se articulan. He aquí algunas herramientas para su comprensión.
- Algunas características generales del lenguaje televisivo
Los distintos programas pierden autonomía por la franja publicitaria. Los programas en general están pensados para ser presentados en bloques, si bien ellos son parte de un todo, deben considerar su valor como unidad, al presumir la incorporación de televidencia, que requiere de resúmenes o reiteraciones de contenidos en bloques anteriores, para capturar su atención.
La práctica del zaping, las transmisiones permanentes, la repetición son condiciones materiales de la relación entre el medio y el televidente.
Su ingrediente esencial es el espectáculo. Es la relación de un espectador expuesto a la exhibición de una escena. Una relación donde el espectador concurre al llamado, por diversas fuentes de interés, intención y voluntad, a la entrega de puestas en escena, en las que se sostienen o alimentan varias formas de lenguaje. La espectacularidad está situada, como una forma exacerbada de ciertos elementos de estos lenguajes para una captura en el tiempo del espectador. La música, las luces, el color o su ausencia, la imagen, el ritmo.
La condición de la televisión está determinada por el financiamiento con publicidad comercial. Al ser ésta la fuente principal de financiamiento, las empresas avisadoras tienen una alta injerencia en el tipo de programación y los modelos de audiencia a construir. Las programaciones televisivas están destinadas a competir, para capturar televidencia.
El mensaje verbal debe ser conciso, entregar la información en pocas palabras, evitando reiteraciones innecesarias. Claro y preciso, de fácil comprensión para todo espectador. Y, además, amplio; debe evitar el lenguaje muy especializado. Finalmente, debe ser dinámico, ágil y con entonaciones diversas, para no provocar cansancio y distracción.
La televisión digital (o DTV, de sus siglas en inglés: Digital TV) se refiere al conjunto de tecnologías de transmisión y recepción de imagen y sonido, a través de señales digitales. En contraste con la televisión tradicional, que codifica los datos de manera analógica, la televisión digital codifica sus señales de forma binaria, habilitando así la posibilidad de crear vías de retorno entre consumidor y productor de contenidos, abriendo la posibilidad de crear aplicaciones interactivas, y la capacidad de transmitir varias señales en un mismo canal asignado, gracias a la diversidad de formatos existentes.
TV Pública es la televisora pública nacional de la Argentina. Con cabecera en la Ciudad de Buenos Aires, emite su señal, hacia todo el país, por medio de 295 estaciones repetidoras de aire. Además, está presente en el 99,5% de las redes de cable de todo el territorio nacional. Su programación puede verse en línea a través de este sitio. Pionera de la televisión en el país, la TV Pública depende de Radio y Televisión Argentina (RTA), empresa estatal que tiene también bajo su órbita las 40 estaciones de Radio Nacional Argentina. Con el objetivo de brindar a toda la ciudadanía condiciones para ejercer el derecho a la comunicación, la TV Pública trabaja en la ampliación de su red de repetidoras de aire, con la participación de las comunidades locales. En materia de contenidos, la TV Pública ofrece una programación plural y diversa, con el objetivo de representar a todo el territorio nacional, y está basada en criterios de calidad y equilibrio entre información, formación y entretenimiento. La TV Pública forma parte del Consejo Federal de Televisión Pública de la Argentina.
Idea central transmitida por un texto. Se anuncia generalmente a través de una oración unimembre: la angustia / los conflictos de pareja / la violencia urbana / etc. En algunas ocasiones se insinúa mediante recurrencias muy explícitas, y en otras por la abundancia de conceptos referidos a un mismo campo semántico.
Uno de los saberes que se ponen en juego durante la comunicación es la competencia textual. Los lingüistas han comprobado que los hablantes comprenden y producen mensajes según esquemas o modelos textuales (la narración, la descripción, la argumentación, la explicación, el diálogo) que se corresponden con las formas de los textos y que han almacenado en su memoria. El dominio de estos esquemas repercute notablemente sobre la comprensión y la producción de textos. Por consiguiente, podemos afirmar que el texto es una forma de organizar un mensaje; una forma lingüística estereotipada; un esquema reconocible que se repite, y que posee una orientación temática y una coherencia tal que resulta comprensible. De este modo, las habituales dificultades para la comprensión de textos, podrían estar relacionadas con la incapacidad para manejar estos esquemas textuales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario